Cabalgando por la Cañada Real Soriana Occidental y C. R. Galiana


E
scribí en su dia éste diario o cuaderno de campo con el objetivo de sustituir una ausente máquina de fotos, por tanto el relato estará enfocado a las imágenes, paisajes, entornos y situaciones.
Como el diario ha de tener forzosamente una estructura narrativa, notará el lector que algunas veces está en primera persona del plural, ya que viajamos dos: el caballo y yo, y otras veces en singular, pues las decisiones las tomo yo solo.
Durante el viaje encontré la necesidad de documentar la fauna, gentes y ruidos o “músicas”, todo con mi lápiz. Así hice apartados específicos que posteriormente se incluirán en este cuaderno de campo

Sábado 12-julio
12,50. La una menos diez, no he conseguido salir antes. Como siempre me he quedado hablando con unos y otros y estoy en el caballo pasado el mediodía. Salimos al paso un buen trecho, pasamos Gascones. Hemos dejado el arbolado que sombrea el sendero y ahora estamos a pleno sol por el camino del molino de Braojos.
Un trote hasta alcanzar los pinos de los altos de la sierra de Somosierra, hacia el refugio de Santuil, paso, trote, un cigarrito. En el cobertizo de los forestales una cuadrilla almuerza, es demasiado pronto para pegar la hebra, voy a pasar un montón de días solo por el campo y ya habrá más momentos, más ganas, más necesidad y más tiempo. Paso sin detenerme, - hola – hola, - que aproveche – gracias.
En Santuil y rutinariamente hago un alto, el caballo no lo necesita ni yo tampoco, descansamos de no estar cansados y continuamos al paso hacia el puerto de Arcones.
Cuando dejamos de subir el bosque de altura es un entorno onírico de formas caprichosas contorneadas por el viento y la nieve. El camino sinuoso llanea entre pinos espectrales y pastos aún verdes. No hace fresco pero he dejado de sudar, un galope.
Llegamos al puerto de Arcones, desde aquí se ve toda la llanura segoviana, extensa. El cauce del río Pirón y el Cega dibujan una línea verde en el paisaje que se va difuminando hacia el horizonte en colores cárdenos y azulados. Enfoco bien a lo lejos para impregnarme del paisaje infinito y bajamos despacio por la serpenteante pista hacia la cantera.
Aquí comienza nuestro (del caballo y mío) trayecto Norte de la Cañada Real Soriana Occidental. El año pasado, hacia el Sureste, llegué con un amigo hasta Valdefuentes de Sangusin, cerca de Cáceres, este año quiero llegar hasta Logroño.
Encuentro la cañada, la reencontramos, más seca que en junio, cuando pasamos por última vez por aquí.
Continuamos dirección Noroeste en una recta ondulante, con subidas a los lomos de la falda Norte de la Sierra y descensos hacia los arroyos que los conforman.
En estos kilómetros, desde cerca de Arcones hasta la altura de Casla, es donde la cañada adquiere una imagen más bucólica, delimitada por vallas musgosas de piedra y salpicada de sabinas centenarias de formas (gráficas) infantiles que cabalgan los lomos ondulantes de la Sierra de Somosierra. Es de una plasticidad cursi, no puedo menos que rendir culto al bucolismo pastoril y de paso a comer-merendar, que hay hambre.
Son las cinco y el alimento ha de ser rápido, que hay prisa, hay que llegar, antes de que se eche la noche encima, por lo menos a los arroyos que hay a la altura de Cerezo.
El paisaje es enternecedor, pero muy duro para el caballo tanta puta loma. Después de subir hasta la cota de los 1500 m. es lo mismo pero multiplicado, subidas de espanto y bajadas de vértigo, hago a pie las más empinadas.
Primeros truenos, un relámpago, la tormenta estará pronto aquí, saco la capa de agua justo en el momento de descender la pendiente más pronunciada de todo el trayecto. Comienza a llover con tal intensidad que cuesta fijar la vista, veo el túnel de la de la cañada bajo la N-I, refugio, llego y evalúo, no hay daños solo la capa está empapada, lo demás se salva, son las nueve, no para de llover con aparato eléctrico y todo, pasaré la noche aquí en plan vagabundo, bajo un puente. Cenamos y a dormir.

Domingo 13 de julio
7,30 comienza la función, desayuno, equipaje y encima del caballo. Son las diez menos cuarto.
Una vez cruzado el túnel del tren la cañada está limpia y despejada, bordeada por robles y rebollos que sombrean los laterales, tengo poca agua y en un chalet de domingueros que pido llenar las cantimploras solo obtengo un trago.
Continúa la CRS al pié de la sierra, hermosa, salpicada de arroyos. Hace calor, nos refrescamos las extremidades. Cruzamos a la izquierda de la vía del tren, y al descender no es una cañada sino una pradera de las estepas tártaras, inmensa, ancha, limpia, un galope, es de dios.
Hasta la carretera lo que hay es un camino sombreado por fresnos, todo va bien, cruzamos el zarzo y pierdo el ramal con mosquetón que me sirve de todo, de fusta, de cuerda espanta perros, de polea… Vuelvo en su busca: esfuerzo vano, no me resigno, retrocedo varios Km., hasta dos zarzos anteriores, nada esfuerzo inútil, no aparece, lloro su pérdida y continuo mi camino.
Volvemos a cruzar la carretera y nos internamos en la dehesa suroeste de Riaza, en la famosa dehesa de Riaza, en la que según me habló un pastor to dios se pierde; que si un holandés, que si unos suizos que venían con burros, que si un grupo de Ayllón. Negro me lo pintó el pastor entonces y me lo estudié a fondo con mapas, grabé la ruta en el GPS y seguro; como un excursionista francés con la guía Michelín bajo el brazo, penetré en la dehesa con una desviación oeste de 500 m. que se va agrandando hasta los 1500 m, evidentemente estoy perdido en la espesura del bosque. No importa con mi explorador indio marca Garmin consigo desperderme y encuentro la cañada, la auténtica, vallada y marcada con pintura rosa fosforescente y numerado el trayecto, trabajo –según me enteré después- de uno estudiantes de agrónomos o de ingeniería de Castilla-León, pero tan llena de jaras y rebollos, que la han invadido por falta de pastoreo, que tengo que ir por un camino paralelo a la derecha.
Por fin es más accesible y el mapa lo dice bien claro, se sube un trayecto de cien metros, se cruza la vía y se continúa en línea recta hasta la carretera de la estación, que la cruza y sigue por la dehesa noroeste, hasta Mazagatos, con un poco de suerte estaré allí para comer o merendar – iluso yo -. Lo haré así, a pesar de que en el mapa no hay ni puente ni túnel por donde cruzar la vía y en cambio a medio kilómetro al este hay un túnel perfectamente marcado, pero la subida posterior por una pista lineal me parece menos atractiva, que este corto trayecto de la cañada.
Allá voy, subimos entre robles jóvenes cada vez mas apretados, parece imposible subir, solo la tenacidad del caballo –que ha encontrado un apoyo en el reguero seco- que sube abriéndose camino por un sitio imposible hace que no desista de llegar arriba.
Por fin llegamos a la vía y en efecto hay alambre, ni paso ni pollas. Vuelta a bajar, esta vez a pié y ahora por el túnel. Cuando llegamos a él una bocanada de aire enfría nuestro sudor, estamos empapados y llenos de arañazos pero no nos paramos, cuestión de orgullo. Nos pararemos un poco mas arriba a la semisombra de una encina que no refresca.
Continuamos por el trazado alternativo y encontramos la cañada, con alambre, seguimos por un prado paralelo, veo la cañada perfectamente delimitada y amojonada en granito lapidario, pero es inaccesible, alambre y bosque apretado la rodean y llenan, no cabemos , nuevamente alambre, estoy seco, el caballo ha bebido pero yo no, la boca es una zapatilla pastosa, tengo que sacar las tenazas y cortar la valla, la cierro y nuevamente alambre, otra vez las tenazas, estoy en el cruce con la carretera de Riaza, me muero de sed. Milagro; un coche para en la carretera y pregunta: - ¿Estás bien, necesitas algo? – Estoy bien, necesito agua. Cinco minutos más tarde me traen dos botellas de agua helada que sabe a paraíso.
Seguimos entre robles apretados por sitios imposibles, solo tenazas y tenacidad, cada kilómetro es una lucha constante, he avanzado poquísimo, en cambio el esfuerzo ha sido la ostia. Sopeso posibilidades, si el camino es así en el futuro no llegaré de día a San Esteban de Gormaz y no hay agua para el caballo en el trayecto.
Me quedaré en “La Vereda”, un picadero un tanto especializado en cría caballar y doma, llevado por dos familias marroquíes y José Antonio, un encanto. Cuadra, paja, pienso y agua y un antiinflamatório para el caballo, cama y ducha para mí, un lujo que no se sabe cuando se repetirá. Coste de todo: cero euros, hospitalidad suprema.

Lunes 14 de julio
Retrocedo hasta la cañada y continuamos por la dehesa norte de Riaza. Esta si es una dehesa de verdad con encinas y chaparros, despejada y sin alambres. Estoy sin provisiones, me acerco a Saldaña de Aillón, solo hay bar y no dan ni aperitivo.
Seguimos por la margen izquierda del rio, entre los primeros campos de cereal hasta Santa Maria de Riaza, en el bar dos botellines, un bocadillo gigante de chorizo y un café por cinco euros. Desde la iglesia románica se divisa la cañada y al pié de la iglesia el descansadero, ahora invadido por cardos y espinos.
Marchamos primero por el río y después - de perderme y encontrarme – entre cereales que invaden la cañada. Algunos campos están espigados y por ahí no se puede pasar, otros ya recogidos, arados o en barbecho son una tortura para las patas del caballo, estos tramos los haré a pié. Continuo hasta Mazagatos, agua para los dos y adelante.
El paisaje que se presenta en el mapa de aquí a Piquera de San Esteban, es desolador, unos veinte kilómetros sin arroyos estables, y la única fuente que tengo en la ruta me consta que esta seca o no existe. Ignoro como será el resto del camino, pero este resulta muy duro por la irregularidad del suelo: arados, placas de roca caliza y piedras sueltas, además la cañada desaparece literalmente, por tramos, engullida por el cereal (¿antiguo conflicto?).
La combinación de mapas 1/50.000 y GPS me conducen por su trayecto original hacia la carretera N-110, por donde la cañada continuaría unos cinco Kilómetros, más otros ocho por el campo hasta Peñalba de San Esteban. Me desviaré hasta el único abrevadero que existe por aqui, según me han informado unos agricultores, cerca de Cenego.
El trayecto es inmundo con piedras a mansalva. La fuente no está seca pero el escuálido chorro que sale no llega a formar un charco, tengo que levantar la arqueta para que beba el caballo.Desde aquí y con el mismo camino llego a Fuentecambrón.
A la entrada del pueblo un grupo de paisanos toma la sombra; -¿Bar? –No hay. - ¿Abrevadero? – Abajo. El abrevadero es de postal: una fuente con arcadas del siglo XV con pila y pilón, al lado el lavadero con cubierta de madera y dos pilones semivacíos pertenece a la misma estampa. Desde este fresco y pintoresco lugar se observan los palomares, media docena, algunos sin techo pero bien conservados, tan característicos de esta zona de Castilla. Sin duda pasaremos la noche aquí, en un prado con hierba fresca. Escribo y muero bajo las estrellas.

Martes 15 de julio
7,30 agua para el caballo…. 10 h. encima y al paso hacia Peñalba de San Esteban. Solo son tres kilómetros de hermoso encinar y sabinar y otros cuatro de cañada perdida y cereal. No sé que dirá luego el GPS, pero seguir el trayecto marcado es imposible: barrancas y piedras en abundancia hace que bajemos a Peñalba hechos migas.
La entrada está dominada por los típicos palomares circulares que, como en el anterior, aporta al pueblo una impronta más característica que su recia y porticada iglesia. A la entrada los paisanos hacen las preguntas de rigor: - ¿De donde vienes? – De Madrid. - ¿A dónde vas?- A Logroño... y yo las mismas, -¿Tienda? – No hay. - ¿Bar? – Abajo.En el bar por un refresco y dos latas de calamares, once euros, un atraco.
Al paso hasta San Esteban de Gormaz. Son las 3.30 y aquí hay para todos: pienso para el caballo y provisiones de todo tipo para mí. Como llevo medio día de adelanto (o atraso según se vea), tengo tres opciones: hacer noche aquí, abandonar una ración de pienso o llevar todo encima del caballo y yo a pié. Opto por la última y continuo a pié, según creo el camino es suave, con pocas cuestas y el firme blando.
Hasta Barcebalejo no hay nada, el mapa 1/50.000 es de 1960 y tan rancio y obsoleto que cuesta creer lo que se ve en el: una adusta cañada, impresa en recio papel, sobrio trazado y escueto color. Escépticamente emprenderemos el camino en esta zona del mapa.
Hasta la atalaya árabe del siglo X, todo cojonudo, después fue increíble, bueno todo lo creíble dentro de lo no mortal o lesivo: perdidas mil, la cañada se inventa a si misma y es imposible físicamente seguir el trazado. Aquí el GPS dirá maravillas de un trayecto de hilarante repetición: Voy, no encuentro el camino. Regreso, no me lo creo, repito por si acaso no lo he visto bien, confirmado el camino está perdido por barrancas y maleza, tendré que pasar por Burgo de Osma, a todo esto seguimos a pie. Cuando llevamos unos dos kilómetros me doy cuenta que he perdido el mapa, vuelvo a volver, ya perdí el ramal de mi alma, pero sin el mapa no soy nadie, el GPS es inútil sin un mapa, será de 1960 pero lo necesito. Lo encuentro. Vuelvo a volver a regresar… ¡yo que coño sé!.
Caminamos hacia el Burgo de Osma. Desde unos kilómetros se percibe una actividad frenética, sobre pistas de arena prensada parece ser que discurrirá una autopista. En medio como única maquinaria unos focos, aquí se trabaja por la noche. Llegamos a Osma, El Burgo se ve enfrente, lo bordeo, y voy al río a dormir, son las 7,30 y el pitido de macha atrás de las máquinas deja patente que curraran toda la noche.
Dormiremos en una pradera, la primera que encuentre a la orilla del río Ucero , la primera que encontramos tiene agua y hierba en abundancia. Amenaza con llover, todo a resguardo y molido duermo de inmediato.

Miércoles 16 de julio
7,30 cielo plomizo, a dormir. 8,30 cielo plomizo, arriba. Por la noche el caballo se ha rozado la pata, crema y descanso.
12 h a Barcebalejo, allí compro pan y una coca a un panadero furgoneta, tengo de tó. Despacito a Barcebal, ni me detengo, seguimos entre sabinas y pastos paralelo al cauce seco del arroyo de la Veguilla. La fuente que lo origina, seis kilómetros más arriba, está seca, como no.
Continuamos por un sombreado camino hasta el rió Rubias, sin agua, seguimos hasta el rió Muriel viejo, lo mismo. Se sube y baja una loma y se divisa la ermita sin techo de el Avioncillo.
Allí el río es abundante, hago un alto para repostar y charlar un rato, algo que añoro.
En la granja escuela, obtengo tabaco y algunas informaciones que me hacen variar el rumbo, en vez de finalizar el trayecto de la Cañada Real Soriana Occidental en Aldeanuela de Calatañazor, y allí empalmar con la Cañada Real Galiana o Riojana, pienso ir a Muriel de la Fuente y desde allí hasta Cabreras, para empalmar con la Galiana en Abejar.
Por el camino hay agua en abundancia en el río Abioncillo, nos quedaremos por aquí, descansando el resto del día, en la primera poza que vea, la veo, con domingueros de barbacoa. Continuaré hasta la Fuentona, allí agua a rebosar con lujuriosas pozas cristalinas, pero inaccesibles paras el caballo y por tanto para mi, además hay turistas a mogollón con caseta de información y documentación de la naturaleza con guarda y todo, este me informa que río de la Hoz cerca de Cabreras tiene agua.
Allá voy, cogiendo el camino que sale directamente de Muriel de la Fuente, sin pasar por la carretera, se sube una cuesta que sale a las tainas del alto del Mirón. La puta cuesta, no he subido ni espero subir otra cuesta tan empinada en mi vida, pendiente, piedra, roca y desniveles, todo concentrado en 400 m del demonio, en la pared de enfrente veo buitres que levantan el vuelo al verme a su altura, no conjeturo.
Por fin las tainas y los llanos de Calatañazor, magnífico bosque de enebros a 1100 m de altura, con un suelo áspero de caliza desgranada en pedazos que ofrecen un aspecto fantasmal o gótico en su acepción cinematográfica al páramo. Con la luz de esta hora de la tarde, a pie y al paso.
El camino mejora al trote descendemos al arroyo de la Hoz. Seco, me acuerdo del guarda y de el de la escuela. Seguimos el lecho y cerca de Cabreras encontramos el primer sitio con agua, pero el desnivel hasta el arroyo lo hace inaccesible para el caballo, no importa saco una bolsa de plástico y subo agua al caballo, este se bebe cinco bolsas. Por la noche dormimos arrullados por los lejanos ladridos de las realas

Jueves y Viernes 17 y 18 de julio
8,30. Agua, desayuno y descansar. Con los primeros rayos de sol, en esta pradera, el caballo duerme frente a mí tumbado de una forma grotesca, relajado y confiado, ha comido hierba fresca toda la noche y ahora descansa enseñándome las cuatro herraduras.12 h encima del caballo. En Cabreras llamo por teléfono y me aprovisiono, en Abejar, a siete Kilómetros, se aprovisiona el caballo pero no llama por teléfono.
Después de comer, sentado con cubiertos y servilleta, continuo camino hacia Vinuesa. El camino sombreado es suave y promete agradables sorpresas. En efecto a pocos Kilómetros la cañada se encuentra con la cola del embalse de La Cuerda del Pozo. El lago, así lo llamaré de aquí en adelante por su icónica belleza.
Solo veo la cola del pantano, pero me basta. Agua en abundancia, hierba fresca, bosque de pinos, ni un alma, al fondo las crestas de la sierra de la Mata. El colorido brillante y exuberante me deja atónito, la primera imagen es de los lagos Canadienses.
Son la 5 de la tarde pero por hoy se ha acabado la ruta, me baño con caballo y todo, el resto de la tarde lo pasaremos en la hierba el en la suya yo en la mía, tomo el sol, me vuelvo a bañar, tomo el sol, lavo, escribo, nos bañamos, cenamos, musito y duermo. Seguro que he muerto y esto es el paraíso, abro un ojo y en efecto, una gigantesca luna dorada se eleva tras las crestas y se refleja en el lago, cierro los ojos, los vuelvo a abrir a las 7,30, ahora no es Canadá sino los lagos escoceses, una bruma cubre el agua del pantano, en primer plano sobre la hierba pasta el caballo, en efecto debo haber muerto y estoy en el paraíso, es demasiado pronto para levantarse en el paraíso y vuelvo a dormitar ensoñando imágenes ideales de postal.
Mediodía y estamos aquí nadando por tercera vez en medio del lago, el caballo nada mostrando inquieto solo la cabeza, yo nado a su lado agarrado a su crin, cuando hace pie subo a su lomo y salimos a la pradera, galopando por la amplia orilla hasta secarnos, vuelta a descansar. Un águila busca comida por las orillas, pasa tan cerca que oigo el zumbido del vuelo, es evidente que estoy vivo y esto es el paraíso terrenal en Soria. Se acercan tres jinetes, saludos y continuamos cada uno a lo nuestro ellos al paseo y yo a la holganza, baños, cigarritos y sol. Estamos solos en esta plácida esquina del lago, un lujo.
Después de comer empaco y nos vamos, ha sido lo prometido veinticuatro horas de descanso de cinco a cinco.
Bordeamos el pantano, este es el mejor suelo de todo el trayecto: hierba y arena, galope. En el camping tomo café y agua helada, seguimos bordeando el pantano hasta el puente, después, según me informa un forestal el camino está perdido, así que tomamos un umbrío camino entre pinos y robles, con excelente suelo hasta Molinos de Duero donde compro de todo y a Vinuesa por un antiguo camino empedrado, paralelo al río y al carretera.
El camino es precioso, con su pavimento formado por bloques regulares e irregulares, de tamaño variable. Es una calzada y como tal hay que hacerla a pie, el camino tiene algunos tramos excavados en la roca madre de un gran encanto, pero peligrosos para el caballo. Poco antes de Vinuesa cruzamos río y carretera y continuamos bajo otra umbría y pintoresca senda paralela a la carretera formada por grandes robles y pinos.
Atravesamos Vinuesa y siguiendo la cañada busco donde dormir huyendo de los Boy Scout que plagan toda esta zona, lo encuentro escondido a la orilla del río.

Sábado 19 de julio
7,30 en pié 9,30 al paso hacia Santa Inés. La cañada transcurre paralela a la carretera de asfalto, esplendida, a la sombra de altísimos y bien cuidados pinos, una recta entre llanos dirección norte, de lo más sencillo.
En la ermita de santa Inés mi mapa me indica un camino que creo intuir y éste se confunde entre pinos y helechos. Una hora perdido y vuelvo a estar en Santa Inés.
Proseguimos y a los dos kilómetros me encuentro en el mismo dilema de otras veces: el camino real continúa por un sitio y mapa y GPS dicen que por otro, la diferencia es que esta vez la cañada se ve físicamente, tan claramente como las rayas blancas y rojas cruzadas en forma de aspa que indican que ese no es el camino, que el correcto es el de la izquierda. Seguiré el que veo a la derecha, es un camino claro, inclinado y abrupto pero claro, siglos de trashumancia lo han mascado a fuerza de pie, herradura y pezuña.
Cada vez es más abrupto, el GPS me indica que estamos a solo 1,2 Km. de distancia de de la carretera y que estamos en el camino correcto, de pronto alambre, no importa estoy acostumbrado y tengo tenazas, pero este es diferente éste está electrificado. Hay que bordear un roquedal, atravesando piedras y pinos cortados, a pié y quitando troncos. Las piedras que se mezclan con las ramas son del tamaño de puños después del tamaño de cabezas después de cuerpos y después hay que bordearlas, cuatro horas para estos dos Kilómetros. Tras múltiples avatares encuentro el camino marcado en franjas blancas y rojas en paralelo que indican ser el camino correcto, lo subimos dócilmente y hasta el puerto de Santa Inés donde tengo pienso para el caballo.
Bajamos desde el puerto por la pista marcada, esta vez no merece la pena arriesgarse. Descendemos por una pista bien trazada en una pendiente sinuosa entre pinos altos y saneados. Abajo, el río suena y se ve caudaloso, en la primera pradera que vea nos quedaremos a pasar la noche.
De pronto el río, como por arte de magia, se queda seco y disminuyen nuestras posibilidades de hacer noche. Hasta el siguiente afluente no encontraremos agua y una pradera donde hacer noche, cuando la encontramos estoy tan hecho polvo que duermo vestido encima del saco, hasta que el frío del amanecer me despierta.

Domingo 20 de julio
8,10 arriba. Por la noche el caballo se ha rozado la pata derecha y la rozadura le tensa la piel, nada importante, crema milagrosa y a las 10,30 cabalgando a por una café a Montenegro de Cameros, llego y me tomo dos en un bar con gente agradable.
Hasta Villoslada de Cameros no hay mas remedio que ir por la carretera – la otra posibilidad, era subir por las crestas de la sierra hasta el pico de la Mohosa y desde allí bajar hasta Nestares, pero el trayecto es bastante largo, carece de agua y de provisiones para mí – son siete Kilómetros que hacemos en cuarenta minutos.
En Villoslada como es domingo las tiendas están cerradas, tres jinetes en el pueblo me indican el bar, compro rápido y salgo pitando.
Salimos hacia Peñaloscintos por un bonito camino medieval - que aquí llaman calzada romana – empedrado, que en sus mejores tramos hay que hacer a pie para aliviar las patas del caballo. El camino progresivamente pierde el empedrado y a los tres kilómetros es una senda bajo un bosque de robles.
En la ermita de Lollano un reducido grupo de exploradores y gente de parroquia, después de desplegar mapas y conocimientos de la zona me informan de la mejor ruta: la mía.
Por el camino hacia Peñaloscintos los robles aumentan de tamaño, el camino está cuidado, aparecen las primeras hayas y todo está cubierto de musgo verde, los gnomos andan cerca. Atravesamos el pueblo camino de Ortigosa. Aquí el pueblo está dividido en dos por una profunda grieta que excava el río…….. y unido por un viaducto de hierro con suelo de madera que salva una distancia de 60 m. hasta el río. El caballo se porta, con recelo – él y yo - atravesamos el puente que retumba al sonido de los cascos herrados, al final del puente unas cuevas turísticas, un prado y la piscina municipal, en el prado pacen antiguos yonquis rehabilitados.
Continuamos por los ya habituales bosques de pinos y robles hacia el Rasillo donde una bien marcada pista en un espeso bosque me conduce hasta Nieva de Cameros.
Sin pararme atravieso el pueblo en busca del río que está camino de Anguiano – ese pueblo donde danzarines sobre zancos bajan dando vueltas rapidísimas una cuesta del pueblo – Allí quiero llegar mañana y finalizar mi viaje. El río, como no, está seco en los primeros kilómetros.
Avanzamos y el paisaje del camino me sorprende, supongo que al caballo no, El río tiene agua y poco a poco vamos penetrando en un bosque de hayas cada vez mas altas y protectoras mezcladas con boj.
Una pradera a la orilla del río, que ahora es caudaloso, está sombreada por unas ramas de haya cuyo grueso tronco crece lejos, en la otra orilla del río. Aquí hay que hacer noche, es un sitio privilegiado.
La pradera hay que compartirla con las vacas, que con el olor del pienso del caballo, se acercan osadas. Con cuerdas ramas y plástico hago un cerco que nos aleje de tan osados huéspedes.
Por la noche la sinfonía es maravillosas varios búhos se comunican y otros trinos nocturnos que no identifico acompañan rítmicamente, de fondo grillos, esporádicamente de lejos un cencerro, el arroyo arrulla.

Lunes 21 de julio
7,30 pienso -alimento equino, no meditación – y faenas. A pesar del cerco nocturno por la mañana nos visita una piara de cerdos atraídos por el mismo olor de cereal disperso, restos del desayuno del caballo. No se debe gastar muchas energías en dispersarlos, pues son muy insistentes, mejor macharse y dejarles los restos.
10 h A caballo hacia Anguiano, allí me recogerá el camión, contratado a toda prisa a precio de oro.
Sigo el camino que a pesar de su señalización se pierde entre espinas y arbustos en un terreno seco horadado por las patas de las vacas, que han escavado túneles entre la maleza, me rasgo el impermeable, nos llenamos de arañazos y desisto, hay otro camino por el margen izquierdo.
Retrocedemos y cojemos la empinadísima senda que hay a la izquierda del arroyo del Trampal. El inicio de la subida todavía no es muy empinado, pero es espectacular, inmensas hayas sombrean el bosque boj. A medida que se sube, desaparece el sotobosque y jaras y robles acompañan el pronunciadísimo camino.
Conecto el Móvil: tengo cobertura, una rayita de batería y 1´5 € de saldo. Hablo con el picadero y me comunican que el camión ya ha salido camino de Nieva. Desandamos lo andado, regresando a Nieva.
En el pueblo, esperando al camión, conozco a Julio, singular personaje que regenta el albergue de turismo rural con alojamiento para caballos, es además un dinamizador cultural que organiza conciertos, exposiciones, y múltiples actividades, un culo inquieto. Llega el camión y a casa. En el picadero descargo y dejo al caballo en su box en un descanso merecido.
En al ducha del picadero me encuentro un topo, lo dejo fuera del alcance de los perros y me vuelvo a Madrid. A la entrada por la M-30 no reconozco la ciudad, no sé si serán las luces de lo inhabitual de la hora, busco referencias sin encontrarlas pero en el humo de los tubos de escape se percibe la turbiedad de la tarde. Me invade la melancolía.